El movimiento Clean Eating, que puede traducirse como “comer limpio” se originó en Estados Unidos durante la década del 60. En ese momento de grandes revoluciones culturales, la alimentación no fue la excepción: la comida natural y sana se transformó en sinónimo de los valores de época. Este movimiento que apunta a la comida sana nunca pasó de moda, y se hizo muy popular especialmente en los gimnasios donde los fisicoculturistas y fanáticos del ejercicio lo adoptaron como pilar para sus objetivos.
Claro que no necesitamos ser fisicoculturistas para aprovechar sus beneficios: a través del Clean Eating podemos aprender a consumir comida natural, sin procesar; y adoptarlo como estilo de vida para así sentirnos mejor, estar más sanos y tener más energía.
Como Health Coach, estos son algunos consejos básicos que incorporé y pueden ayudarte a lograr pequeños cambios semanales para lograr tu bienestar. Como ya aprendimos, no hay que apurarse a incorporar todos los consejos a la vez: ponerte metas claras y alcanzables ayuda a poder integrar estas recomendaciones como hábitos antes de avanzar con cambios más profundos.
√1. CONSUMÍ VERDE
Fijate “objetivos verdes”. Al agregar vegetales y frutas de este color a tu dieta (como por ejemplo lechugas, acelga, espinaca, kale, albahaca, pepino, perejil, menta, cilantro, berro, radicheta, etc) vas a tener menos espacio para la comida chatarra y te vas a sentir mejor y con más energía. Un objetivo sencillo de cumplir es incorporar verdes en al menos dos de tus comidas diarias.
√ 2. DALE COLOR A TU PLATO
La mejor manera de obtener variedad de nutrientes es diversificar los colores en tu plato ¡Obviamente estamos hablando de colores naturales, no artificiales! Una buena opción para empezar es elegir 3 colores por comida (si uno de ellos es verde, mejor aún). La comida, además, nos entra por los ojos: un arco iris de colores y un plato bien decorado son un placer para los sentidos.
√3. SI ES ORGÁNICO, MEJOR
Dentro de lo posible, elegí productos orgánicos o agroecológicos, que no tienen conservantes ni pesticidas. Dicho esto, si por un tema de presupuesto o tiempo no podés comprar productos orgánicos, no dejes de comer verduras ni frutas, siempre es altamente beneficioso incorporar estos productos a tu dieta, aunque no sean orgánicos. Averiguá si hay mercados de fruta y verdura de producción local en tu comunidad, podés visitarlos tal vez algún fin de semana y probar sus productos. No solamente es más sano comer productos naturales sino que también es una excelente manera de apoyar a los pequeños productores.
√ 4. TRANSFORMATE EN DETECTIVE DE INGREDIENTES
Sí, esto es importante: leé siempre las etiquetas de los productos envasados y preguntá qué ingredientes llevan las comidas. En las etiquetas no debemos buscar calorías, sino qué contiene lo que vamos a comprar. Lo ideal es que el producto no contenga más de 5 ingredientes, ya que cuantos menos tenga más natural y sano es el producto. Si hay algún ingrediente que no podés pronunciar o nunca escuchaste nombrar, es mejor no comprarlo. Mi recomendación es que de a poco vayan prescindiendo de los alimentos empaquetados que se venden en supermercados. Tratá de evitar los productos procesados, elegí los artesanales y caseros en vez de elaborados por medio de un proceso industrial. No solo van a ser más ricos sino que también están hechos con más ingredientes nutritivos.
√ 5. SALÍ DE TU ZONA DE CONFORT
Cuando uno debe cambiar su dieta a raíz de algún problema de salud como la celiaquía, por intolerancias o por problemas digestivos, un beneficio no esperado es que se empiezan a probar nuevos sabores y productos, incluso verduras que antes podían no gustarnos. A medida que pruebes nuevos gustos, te vas a ir entusiasmando y la comida te va a resultar más rica. No pienses en lo que no podés comer o lo que te perdés, sino en el abanico de posibilidades que existen que te hacen disfrutar y sentirte bien al mismo tiempo.