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LA MARATÓN DE NY Y LA MARATÓN DE LA VIDA

El 5 de noviembre corrí mi segunda maratón y mi segunda maratón de NY.  Es la carrera más grande del mundo con más de 50000 corredores y unos 2000000 de espectadores.  Es un show a nivel mundial en donde uno es el protagonista. 

El año pasado escribí un artículo con tips basados en mi experiencia para aquellas personas que están pensando en encarar este gran desafío.

Este año decidí escribir sobre las enseñanzas que nos deja una maratón y especialmente hacer una comparación con la vida, sus vicisitudes, sus dificultades, sus alegrías y momentos lindos….

Esta vez disfruté mucho más la maratón, especialmente los primeros 30 kms.  Ya sabía lo que me esperaba así que miré a la gente, leí los carteles que llevaban, escuché las bandas de música, bailé con la música que tocaban en las calles, saludé a la gente que me alentaba, saludé a las cámaras de los fotógrafos y saludé a ¡cada argentino que me cruzaba en el camino!

Llovió los 42, 195 kms., así que si bien la llovizna no era muy fuerte, era persistente y un ¡poco molesta!  En el km. 30 aproximadamente, cerca del famoso muro que todos los corredores tememos tanto, emprendimos el puente Queensborough.  Este puente que tiene una longitud aproximada de 1,5 kms. es súper empinado y tiene dos niveles. A mí me tocó correr por la parte inferior.  Todos los corredores íbamos callados, todos experimentando el cansancio, la cuesta empinada, el silencio, ya que no hay gente que te aliente en los puentes.  Me sentí un poco encerrada y agotada, solamente pensaba en terminar el puente, que dicho sea de paso, es ¡INTERMINABLE! Miré mi reloj y vi que iba muy lento y me dije: “seguro que el reloj enloqueció con tanta gente corriendo…” ya que me habían alertado que esto podía pasar. Cuando terminé de pasar ese puente interminable entramos en la First Avenue y a Manhattan.  A los pocos kilómetros entramos en Central Park y acá es donde mi mente asoció Central Park con ¡la llegada!  Pero no es así, no me podía entusiasmar porque faltaban ¡10 kms!

Empecé a sentir las piernas pesadas, las pantorrillas agarrotadas y….. ¡tuve dos calambres en los arcos de los pies! No les puedo describir el dolor que sentía, la frustración, el enojo, el agotamiento, la desesperanza… y acá es donde hice un “parate” mental y empezó la pelea entre ¡mi mente positiva y mi mente negativa! Mi mente negativa me decía: “pará, caminá, qué te importa, estás agotada, esto es inhumano…..” y mi mente positiva me decía: “no aflojes, tantos meses de entrenamiento duro para dejar acá….  ¡Concentrate y terminá, vos podés!”

Seguramente se preguntarán ¿qué hice?  Dije: “voy a ganarle a mi mente negativa, YO PUEDO!!!! ¡Voy a llegar corriendo estos 10 últimos kms. como sea!” Subí la música al mango y me concentré en mi música, en mis pasos y en mantener la actitud positiva en el trayecto que faltaba.  No presté atención a nada ni a nadie, me gritaban: “go Gaby, you are doing great!” pero yo me focalizaba solamente en la música, cantaba, me trasladaba a los recuerdos de las épocas de las canciones que escuchaba, rezaba y seguía ganando la lucha interna que tenía con mi mente negativa.  Trataba de no mirar el reloj, de no pensar cuánto tiempo quedaba, ni cuántos kilómetros, simplemente corría y me concentraba en cada paso que daba para no acalambrarme.

Ya en Central Park sabía que la meta estaba cerca… vi el cartel de los 600 metros y ¡casi me muero! 600 metros a esa altura parece una eternidad, pero no importa llegué hasta acá y voy a terminar ¡CORRIENDO!   Otro cartel, 400 metros…. no veía la meta…. Y de repente la veo, parecía un oasis en el desierto. Traté de apurar el paso pero sentía que me acalambraba así que decidí mantener ese paso y llegar…. Llegué, crucé la meta y me acalambré en las dos pantorrillas y ¡en los dos arcos de los pies! ¡Ay qué dolor! No podía caminar, pero no me importaba, porque llegué, ¡vencí a mi mente y llegué a la meta!

La maratón es una prueba dura, larga y desafiante. El entrenamiento físico es fundamental, al igual que la alimentación y descanso adecuados, pero si tu cabeza no te acompaña, no importa lo entrenado que estés, no llegás al destino final, ¡eso te lo digo por experiencia!

La maratón es comparable a la vida: uno la piensa y planifica de una manera, pero hay variables incontrolables que hacen que las cosas no salgan siempre como queremos. Y en esto reside la importante moraleja: todos nos enfrentamos con caminos y puentes empinados, algunos más que otros, pero yo estoy convencida que la actitud que tomemos frente a estos desafíos es la que nos va a ayudar a llegar a la meta y vivir nuestra vida de ¡manera plena y feliz!

Comparto para cerrar este artículo un manifiesto que resume lo que significa una maratón para los corredores: 

MANIFIESTO

Es el maratón… no son 10, 15 ni 21. El maratón son siempre 42 kilómetros, 195 metros. Ni uno más, ni uno menos. Es la carrera detrás de todas las carreras. La reina de las distancias.  Es el sueño de todo corredor que se digne de ser corredor.  No es una cuestión de velocidad, sino de voluntad y resistencia. Y también de estrategia. En la que un mínimo error puede ser el fin. Es la carrera contra uno mismo, contra tu cuerpo, tu mente y tu sombra.  Es la prueba definitiva del carácter y la templanza.  Vas a atravesar en pocas horas, todo el espectro de las emociones humanas. Ilusión, ansiedad, desesperanza, miedo, dolor, rabia, coraje, orgullo. No vas a ver el muro, pero tarde o temprano el muro va a estar ahí. Es el final perfecto para coronar meses de arduo entrenamiento, y al mismo tiempo no saber si vas a llegar.  Nadie se olvida de su primer maratón, tampoco del segundo, ni del tercero, es una hazaña que vas a contar siempre, pero que es sólo tuya, única e irrepetible. 
PORQUE CADA CORREDOR ES DIFERENTE.